"Vivimos malos tiempos", es
seguramente una de las frases más repetidas de la década. La apatía, la
desconfianza y la tristeza se han instalado en nuestro día a día de tal forma
que nuestra sociedad se ha convertido en la sociedad del miedo y la
inseguridad. Y ya se sabe: miedo y
bienestar no combinan bien.
Parece pues que la esperanza ha
desaparecido de nuestras vidas y que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, incluso
los hay que se atreven a decir que nos lo hemos buscado por arriesgar demasiado…
pero resulta ya evidente que esta actitud no nos va a ayudar para nada. De hecho nuestra tristeza y desmotivación son
el combustible ideal de todos aquellos que aprovechan que no estamos en guardia
para embestir y atacar sin ningún tipo de prejuicio aquello que tanto costó conseguir:
nuestros derechos. Y nos están ganando la partida. Por eso debemos reaccionar.
Desde aquí reivindico pues nuestro derecho
a ser optimistas, porque ahora más que nunca necesitamos una dosis de ilusión y
esperanza inyectada directamente en vena para despertar de esta pesadilla de
una vez. Y es que ya hemos comprobado que viendo la botella medio vacía no
hemos llegado muy lejos.
Somos capaces de levantarnos y hacernos escuchar.
Juntos podemos hacer que el mundo sea un lugar más justo y solidario, que no
niegue la ayuda a quien la necesita de verdad ni convierta al rico en más rico
y al pobre en más pobre. Un mundo menos líquido, más auténtico.
Porque así nos quieren, hundidos en nuestras miserias,
abatidos y sin energía para reaccionar. Azules, tristes y sin aliento. No nos
resignemos, ¡no somos azules!
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